Opinión
Por: Tamaika Talía
Borges dijo: “La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce”
Estoy segura que algún día has tenido derrotas en tu vida que te han hecho sentir vulnerable, abatida, débil…pero que luego de enfrentarlas, reconocerlas y asumirlas te han permitido develar valor, osadía y humildad, pero, sobre todo, compasión y perdón
La derrota genera dolor, te hace vulnerable, pero… podemos disfrutar el dolor. Para Descartes el dolor es una percepción del alma, que puede estar originada por acción de agentes externos al cuerpo o bien por el cuerpo mismo, en su obra “Los Principios de la Filosofía” define el rol del dolor como elemento de integración entre el alma y el cuerpo, quedando definido así en el siguiente párrafo: “Hay además algunas cosas que experimentamos en nosotros mismos y que no deben ser atribuidas al alma sola, ni tampoco al cuerpo solo, sino a la estrecha unidad que ambos forman”. El dolor es intrínseco al ser humano, y como insisto, debemos atravesar el dolor para poder encontrar eso que llaman paz o eso que nos depara el destino como felicidad.
Pero… ¿existe el destino? ¿vale la pena tomar decisiones? ¿Tiene sentido hacer planes? Si ya todo está escrito ¿cuántas cosas dependen de mi y no del mundo? ¿vale la pena hacer esfuerzos por ser feliz? En una columna anterior les contaba que me han pasado cosas surreales, bizarras y estas me mantienen en un constante cuestionamiento ¿Por qué me pasan estas cosas a mí, será el destino? Los pongo en contexto, viví durante dos años en Chile, resulta que durante seis noches dormí en el aeropuerto de Santiago de Chile por la falta de un sello en mi permiso de permanencia, la cosa fue que, cuando fui a abordar en migración se dan cuenta del detallito, la ciudad donde vivía esta a siete horas en bus de la capital, me toco entonces volver a La Serena en busca del sello y regresar a Santiago a tomar el vuelo, 14 horas ida y regreso, en ese entonces solo salía un vuelo al día, 5.40 am y la única forma de acceder a una silla era si un pasajero fallaba, así pase siete días y seis noches esperando ese momento que cuando llego, fue la cosa más increíble que había experimentado en mi vida, de esos días me quedaron lágrimas, miedos y angustias, pero también amigos, recuerdos, anécdotas dentro de la gran anécdota que hoy en día han cobrado un valor inmenso, ahora digo “yo pase seis días durmiendo en el piso de un aeropuerto, les aseguro que puedo con mucho”. Estoy convencida que vale la pena el esfuerzo por buscar la felicidad, sin importar el destino. Según Eurípides, padecer cuando las cosas no salen como esperábamos por motivos que no dependen de nosotros sin poder resignarnos y culpar al destino de nuestra desgracia, aun por todo lo que, si podemos hacer por nuestra felicidad, es la doble tragedia.
No podemos controlar todas las variables que rigen nuestra vida y nada nos garantiza que vamos a poder conseguir eso que se parece a la felicidad, decidir siendo conscientes de que quizás nada salga como lo esperamos, como lo planeamos, como lo soñamos es la clave de ser responsables de nuestra felicidad. Disfrutar de los efectos externos y no verlos como obstáculos a superar es ganancia.
Cuando Nietzsche dice “Dios ha muerto” nos esta invitando a no negar el dolor y a vivir con la enorme angustia que genera sencillamente no saber si tiene sentido la vida, no podemos negar la angustia que genera no tener el control de nuestra existencia, pero si podemos darle un valor a cada experiencia.
Atravesar el dolor es crecer, siempre he dicho que mi tema favorito es el amor, pero aun el amor es sujeto de dolor, los gitanos cuando quieren ofender dicen “ojalá te enamores”, el dolor nos recuerda que estamos vivos, que podemos agarrarnos de el para crecer, para transformarnos en una versión increíble de nosotros mismos, el dolor es maestro de maestros y nos enseña a vivir.
Y el truco es volverte fuerte ante el dolor, sin perder la nobleza del alma.