Por : Mery Luz Londoño García
Secretaria de Planeación Departamental
Cuando Colombia entre a una nueva fase en la lucha contra el coronavirus, y cualesquiera que sean las medidas que se tomen, es necesario que los gobiernos tengan diseñado los planes para afrontar las consecuencias que se han generado por la pandemia. La más importante, garantizar al máximo la salud y la vida de las personas, pero también frenar el colapso de la economía y defender los medios de
subsistencia; cuyo deterioro resulta peligroso.
En el país, muchas voces han planteado el falso dilema de la vida y la economía. Y no son dimensiones excluyentes, sino complementarias; solidarias, si se quiere. Las escenas diarias de miles de personas confinadas en sus casas, implorando ayudas alimentarias porque no producen ni generan recursos; las preocupaciones de los empresarios, porque sus ahorros no alcanzan para cubrir durante largo tiempo sus nóminas; la queja de pequeños emprendedores agobiados por arriendos y créditos, que temen el cierre de sus proyectos. Todo ello revela que, además de la preservación de la vida, nos debe interesar la recuperación económica.
Este proceso les compete a los empresarios, a los gremios y al Estado, en todos sus niveles. Con el liderazgo de los gobiernos, se deben construir políticas que reactiven el empleo, y minimicen los daños en la economía. Con seguridad, las metas macroeconómicas no se cumplirán en 2020; y el coletazo de este año repercutirá en el próximo.
Los créditos flexibles, el estímulo a los pequeños empresarios, el ortalecimiento de la construcción como jalonador de la economía y el empleo.
Todo ello, y otras medidas, deberán tenerse en cuenta para que, después
del confinamiento, la fuerza humana reactive la fuerza productiva. Sobretodo, en un país como el nuestro, que se encuentra conformado en más de un 90% por MIPYMES, las cuales generan el mayor número de empleos.
A la fecha, Bolívar, incluyendo Cartagena, es el cuarto ente territorial con la mayor
tasa de contagios y de fallecidos. Las pérdidas humanas han sido dolorosas e
irrecuperables; pero se debe reconocer el esfuerzo de nuestros gobiernos para
evitar cifras más desalentadoras.
Todas las estrategias, sin embargo, han
paralizado el aparato productor del Departamento y su capital. De allí que las medidas que habrán de tomarse, en conjunto con la Gobernación y las alcaldías, deben propender por la recuperación de todo el aparato productivo. Es decir, que se garantice la sostenibilidad financiera de lo público y lo privado.
Especial atención en todo este proceso merecen los trabajadores del campo. A
pesar de las restricciones, ellos mantuvieron los esfuerzos del país con sus provisiones en los mercados, las tiendas y las grandes superficies.
Cuando esta pandemia quede atrás, se deberán generar políticas que los fortalezcan; pues ha quedado demostrado que la vocación agropecuaria es la mayor de nuestras
fortalezas económicas.