Por Fredy Machado
Abogado
La infancia era toda una “alegría de leer”. Una fiesta. Los domingos los Magazines Dominicales nos sorprendían con su variado contenido. A mi gusto, el mejor era el editado por el Espectador pues se caracterizaba por una fuerte tendencia hacia lo literario y en esa época, años 70 y 80, estaba intacta la influencia y el impacto de Garcia Marquez.
El tiempo pasó y sigue siendo una rutina la lectura de los periódico el día Domingo, muy a pesar de que los mayores echamos de menos sus Magazines y los textos de literatura.
Y, por estos días, ahora que todo el país no hace sino hablar de ética, evoco una de esas lecturas de esos tiempos. Yo debía estar terminando la secundaria en el Inem o comenzado los estudios de Derecho en la Universidad de Cartagena.
Les debo el autor -es un mea culpa- pero seguramente debió tratarse de un sociólogo o de un politólogo, el que inició su discurso desde la perspectiva básica y muy conocida de que la ética debía estar presente en todas las disciplinas de la vida y a manera de ejemplo, mencionaba la abogacía , la contaduría , la ingeniería , la medicina e incluía, hasta el zapatero, entre otros.
El gran hallazgo de la tesis del expositor radicaba en que también los sistemas económicos tenían una ética y que en nuestro caso, Colombia había adoptado el Capitalismo como sistema pero dejó de lado su ética.
A su juicio, la ética del Capitalismo estaba basaba en criterios de igualdad y concurso.
Su sentencia era: si todos somos iguales y en tales condiciones concursamos, el mejor será quien ocupe los primeros puestos en la sociedad. Luego, el mejor político será quién elabore las mejores propuestas para la prosperidad de todos; el mejor médico será quien realice los mejores diagnósticos y al tiempo, recete con acierto; el mejor Ingeniero es el que mejor se desempeñe en los cálculos matemáticos; el mejor abogado corresponde a quien conozca las leyes, las Interprete y mejor argumente; etc, etc.
Desde luego que para el académico del que les vengo hablando, insisto, nuestro país había copiado el Sistema Capitalista pero se desentendió de su ética. Ello implicaba que el político mejor posicionado no coincidía con el más digno y así sucedía también con las demás profesiones. Por ello, el abogado defraudaba, los puentes se caían, el periodismo se hipotecaba, los enfermos no se aliviaban, abundaba la doble contabilidad y los zapatos seguían presentando defectos, etc.
Y, colapsada la sociedad y todas las profesiones, es fácil entender que es imprescindible volver por los fueros de la ética y en especial, a ese ética del mérito en la que los mejores ocupen los puestos que les corresponden para bien de la Sociedad.
La invitación era: no más nombramientos a dedo o por compadrazgos. No más recomendados ni cargos heredados. Los cargos deben proveerse por concurso y la igualdad debe materializarse y ser garantía, no como un simple postulado sino como derecho fundamental efectivo.
La excelencia debe primar y los evaluadores de esos concursos necesariamente debían ser personas confiables, sin mácula e impolutas.
En todo caso, el relax de la ética en nuestra sociedad es un reflejo directo de la crisis social que vive el país y tales circunstancias son elementos que generan e inciden en la corrupción.
Pero, volviendo con los Magazines Dominicales y la Corrupción, que recuerde, la mejor imagen para describir tan complejo fenómeno social, data de una de esas lecturas. La corrupción se le comparaba con un terrible monstruo enjaulado al que por equivocación su gendarme le permitió salir un día pero que ahora no había manera de regresarlo a su encierro.
Los concursos de mérito bien reglamentados y en los que se garantice a plenitud el debido proceso son un buen intento por conducir al monstruo a ese lugar del que nunca debió salir.
Sólo los Dinosaurios y las élites prefieren permanecer inmóviles.