Fundación Puerto de Cartagena: 20 Años tejiendo confianza y transformando vidas Cartagena de Indias

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– La Fundación Puerto de Cartagena, operadora de las acciones de Responsabilidad Social Empresarial del Grupo Puerto de Cartagena celebra 20 años de una labor que ha convertido la educación, la cultura y la confianza en sus herramientas más poderosas para cambiar el destino de miles de niños, jóvenes y familias del área de influencia de sus terminales de Sociedad Portuaria de Cartagena y Contecar. Lo que comenzó en 2005 como una iniciativa interna, hoy es un referente de intervención social sostenible. Su directora ejecutiva, Alexandra Carolina Verhels Garrido, recuerda esos primeros pasos.

“La fundación inicia en el año 2005 trabajando y fortaleciendo procesos directamente para los empleados de la sociedad portuaria, en temas de formación y desarrollo”, explica.

 

En sus inicios, el enfoque se centró en programas de alfabetización, finalización del bachillerato y mejora de vivienda para los colaboradores.Sin embargo, un punto de inflexión llegó bajo la visión de Alfonso Salas, Gerente General del Grupo Puerto de Cartagena, quien impulsó a la fundación a mirar más allá de sus muros.

 

“Entendimos que lo que hacíamos bien había que replicarlo, pero no solo para nuestros colaboradores, sino para nuestros vecinos. Había que ir más allá”, afirma Verhels.

 

Fue así como la fundación dirigió su mirada hacia comunidades de barrios como El Zapatero, Ceballos, Albornoz, Santa Clara, Colonias, San Isidro Bajo y Nuevo Oriente, no para imponer soluciones, sino para escuchar y construir respuestas en conjunto. Esta metodología de co-creación se convirtió en su sello distintivo y dio paso a su hito más importante: la apuesta decidida por la educación como principal motor de cambio.

 

“El propósito es impactar en la educación desde la calidad, pero sobre todo, disminuir esas brechas que sabemos que existen entre la educación privada y la pública”, subraya la directora Verhels.

 

A partir de esta visión, han surgido hitos que hoy son emblemáticos. El alma cultural de la Fundación es, sin duda, la Escuela de Música Puerto Azul. Lo que nació como un modesto semillero de flauta para mantener a los jóvenes ocupados, hoy es un ecosistema musical que incluye una orquesta sinfónica y ha formado a cientos de músicos. Más que enseñar a leer partituras, la escuela ofrece un proyecto de vida, una alternativa a la violencia y las pandillas que son parte de la vida cotidiana de los habitantes de la zona, muchos de ellos carentes de las oportunidades que ahora se le brindan a través de la Fundación. El mayor testimonio de su éxito es el ciclo virtuoso que ha creado: jóvenes que ingresaron como aprendices, se profesionalizaron y hoy son formadores dentro del mismo programa, multiplicando el impacto en las nuevas generaciones.

 

En el ámbito educativo, su hito más innovador es el proyecto Escuela Inteligente, implementado en la Institución Educativa de Ceballos.Surgido como respuesta a las brechas tecnológicas expuestas por la pandemia, este programa ha transformado radicalmente el aprendizaje: se pasó de una realidad de un computador para 30 estudiantes a dotar a cada alumno con un equipo móvil, además de formar a los docentes en el uso de robótica, programación y nuevas pedagogías digitales.

 

El resultado es contundente y medible: la deserción escolar en la institución se ha reducido drásticamente, pasando de un preocupante 13% a tan solo un 3%.Pero la intervención no se detiene en los jóvenes. La Fundación entendió que la transformación debe ser integral, lo que dio origen a la Red de Familias, un programa que nació de la propia comunidad. Fueron los mismos beneficiarios quienes expresaron la necesidad de involucrar a sus hogares en el proceso de cambio.

 

Hoy, esta red ofrece acompañamiento a padres y cuidadores, fortaleciendo el entorno protector de los niños y creando multiplicadores comunitarios que guían a otras familias en temas tan complejos como la prevención de la violencia intrafamiliar.Estos logros son el resultado de un modelo que se diferencia por su permanencia. Mientras otras iniciativas son esporádicas, el equipo de la Fundación Puerto de Cartagena está en los barrios de febrero a diciembre, construyendo relaciones a largo plazo, lo que le permite medir su impacto a través de un Índice de Transformación Social propio, que evalúa el progreso de cada beneficiario desde una línea base.De cara a los próximos años, Alexandra Verhels tiene claro el desafío. “El reto es esta visión a futuro de seguir siendo escalables y sostenibles en el tiempo. Seguir adaptándonos para dar respuesta a medida que el Puerto crece y las comunidades evolucionan”, concluye.Tras 20 años, con más de 160.000 beneficiarios, la diferencia de la Fundación Puerto de Cartagena no radica solo en sus programas, sino en su método: escuchar antes de actuar, acompañar en lugar de asistir, y construir confianza como el principal activo para el desarrollo. Una sinfonía de progreso que resuena con fuerza en el corazón de Cartagena.

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