En Cartagena, los abusos turísticos no toman vacaciones

0
423

Editorial

 

Cartagena sigue siendo una joya del Caribe, pero su brillo se ve empañado por un riesgo creciente para quienes la visitan. Lejos de limitarse a robos y hurtos, las amenazas han evolucionado: ahora incluyen cobros desmesurados, estafas marítimas y redes criminales que acechan en la arena. El turismo está en juego —y con él, el prestigio de una ciudad que vive de su fama costera.

 

Más que carteras vacías: abusos que van más allá del hurto

1. Cobros abusivos
Al menos 289 denuncias por sobreprecios en lo que va del año, con julio como mes más conflictivo. En un caso emblemático, se intentó cobrar más de $6.000.000  por tres comidas, dos cócteles y alquiler de un parlante. Las autoridades intervinieron justo a tiempo para evitar el pago.

2. Estafas en altamar
Una pareja mexicana contrató un traslado marítimo por $80.000 pero fue retenida y obligada a pagar $1.800.000 bajo intimidación. La respuesta fue rápida: detenciones inmediatas que dejaron al descubierto una variante más violenta de extorsión.

3. Hurtos en disminución… pero no por completo
Aunque los hurtos cayeron un 12 % entre enero y febrero de 2025 frente al mismo periodo de 2024 (pasando de 1.330 a 1.167 casos), siguen siendo frecuentes y erosionan la percepción de seguridad entre los visitantes.

4. Explotación sexual en aumento

Una red criminal fue desmantelada luego de que fiscales imputaran a 14 personas por trata de personas, concierto para delinquir y proxenetismo agravado. Su modus operandi: recorrer playas, captar clientes y traficar con la dignidad de adultos y menores.

 

Lo que (no) vemos: carencia de información, pero abundancia de casos

 

Se han registrado casos sonados, pero no existe en Cartagena un tablero público o sistema centralizado que consolide las denuncias de abuso económico contra turistas con seguimiento, ubicaciones, actores involucrados y resultados. Hay dispersión: prensa, redes sociales, sistemas como “Titán Chat”, Casa del Consumidor y DIMAR interviniendo por separado. Esto impide evaluar el alcance real del problema y medir el impacto de las respuestas institucionales.

 

Lo que urge: medidas con dientes

Reactivismo vs. prevención
Hasta ahora, el Distrito actúa solo cuando una denuncia se vuelve viral. Faltan reglas claras y visibilidad oficial. Aquí lo que se necesita con urgencia:

Tarifarios visibles y normalizados: QR obligatorios en menús y servicios, boletines con precios mínimos legales.

Base de datos pública: denuncias, seguimiento, sanciones, revocaciones de licencias —todo en un portal actualizado semanalmente.

Control en playas y embarcaderos: brigadas con presencia policial y revisión de registros náuticos por parte de DIMAR.

Listas negras y sanciones administrativas inmediatas: impedir que operadores fraudulentos sigan trabajando.

Prevención del turismo sexual: presencia constante, alerta temprana, coordinación con Justicia para frenar estructuras criminales.

 

Para los turistas: tres reglas de oro

1. Pidan presupuestos por escrito antes de contratar —fuera de micrófonos ajenos o datáfonos improvisados.

2. Si les presionan para ir a un cajero, aléjense. Eso huele a factura amañada o clonado de tarjeta.

3. En caso de abuso, documenten, denuncien e informen por “Titán Chat”, Casa del Consumidor, SIC o la embajada que corresponda.

 

Conclusión

Cartagena es una postal viva, pero enfrenta un desafío urgente: transformar su reactiva intervención en mecanismos preventivos efectivos. Solo así podrá reconquistar la confianza de quienes la recorren y evitar que el nombre “Cartagena” se asocie con abuso y engaño. El turismo merece algo más que belleza: merece justicia y seguridad.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí