Editorial
Las elecciones presidenciales en Colombia aún están lejos, pero las encuestas ya empezaron a definir ganadores. Como si de una carrera ya sentenciada se tratara, los titulares nos muestran candidatos en la delantera, a pesar de que el panorama político sigue en construcción.
Esto no es serio. Las encuestas, cuando se presentan sin contexto ni análisis riguroso, terminan influyendo más de lo que reflejan. No miden realidades definitivas, sino momentos fugaces que pueden cambiar drásticamente con el tiempo.
Es necesario exigir más rigor. Que se publiquen las metodologías con claridad, que se analicen los márgenes de error y que los medios informen con responsabilidad. No podemos convertir las elecciones en una profecía autocumplida basada en números prematuros.
Aún falta más de un año para que los colombianos decidan su futuro en las urnas. Mientras tanto, que las encuestas sean una herramienta de análisis, no de manipulación.
