Por: Fredy Machado
Abogado
Las estadísticas son como un «Dulce Veneno». Un día, las mostramos triunfantes y, días después, sin mayor compasión, ellas te exponen al ridículo. En los tiempos de Instrucción Criminal también se tenía noticia de un «Dulce Veneno»; era un elegante Jefe que te saludaba casi de besos en la mejilla, sonriente, y con abrazos, pero apenas tu dabas la espalda, usaba su puñal de cizañas.
Durante años, los gerentes de la Fiscalía han mostrado con orgullo, el gran número de investigaciones abiertas, de las capturas ordenadas, de las medidas de aseguramiento de detención preventiva obtenidas y hasta de las acusaciones presentadas ante los jueces. Son cifras potentes y muy significativas.
Y, con aires de seres superiores, los Fiscales Generales convocan ruedas de prensa en las salas de conferencia del búnker, enseñando vistosos cuadros comparativos, muy didácticos, en los que se reflejan las cifras de las que tanto alardean, dando a conocer a los cuatro vientos que la Fiscalía vive su mejor momento.
Sin embargo, eso no es cierto. La prensa -año tras año- ha dado cuenta del número de procesos ganados por la Fiscalia y, curiosamente, siempre ese guarismo, comparado con el excesivo número de resultados adversos, corresponde a una cifra impresentable.
Los defensores entonces alzan sus brazos en señal de victoria pues es mayor el número de sentencias absolutorias.
Nos preguntamos: ¿hasta cuándo vamos a seguir en la Fiscalía con tan equivocada estrategia? Es hora de empezar a construir y planificar una cultura en la que el valor de las estadísticas, resulte importante, no a partir de los datos parciales sino de las cifras definitivas. Es decir, reconocer que la misión de la Fiscalía es investigar y acusar, pero en ese propósito, el verdadero norte es el de obtener sentencias condenatorias.
Permítanme, a esta altura del escrito, abrir una ventana. La historia del «Dulce Veneno» se repite en la Policia Nacional. La entidad premia con frecuencia al miembro de la institución que realiza una aprehensión en caso de delitos en flagrancia o en atención a una orden de captura, y el premio puede traducirse hasta en cinco días de permiso. Lo malo es que con algunas excepciones, el compromiso del agente captor finaliza con tal reconocimiento, dado que los superiores del policial, en adelante, descuidan o no prestan atención a la materialización del testimonio en la audiencia de juicio oral. Luego, la versión de los hechos del policial, no aparece en la foto de la sentencia. Es más: muchas veces trasladan al policía y decenas de procesos fracasan ante la imposibilidad de contar con tan importante versión.
Es entonces cuando «guapean» los altos mandos de la Policia y hasta los alcaldes, con la cantaleta de que los Jueces no sirven, y tampoco los Fiscales.
Pero, volviendo con la Fiscalía, y con la visión equivocada que se tiene del manejo de las estadísticas, el diario El Tiempo se despachó con su titular: «En 2019, Fiscalía perdió casi 6 de cada 10 casos que llegaron a juicio». Desde luego, lo malo no es el «oso» que debe asumir toda la Directiva de la entidad por apresurarse a mostrar las cifras correspondientes a resultados parciales, sino lo que ello implica, una gran cantidad de demandas en contra del Estado.
La Fiscalía se tiene que reinventar. Es urgente un cambio de estrategia y de dinámica para poder responder de manera óptima a tan trascendental misión. El excesivo acoso laboral a los servidores por parte de los mandos medios, por tantos años y la dictadura de las metas sin concertación, no han dado resultados. Mucho menos, esa práctica arraigada que consiste en despreciar a los mejores elementos de la Fiscalía y preferir a los miembros del club de aduladores de los Directivos. Por ello, la voz de Asonal Judicial se ha sentido y ha rechazado estas malas prácticas. Incluso, antes de posesionarse BARBOSA DELGADO, la Organización Sindical le envió una misiva en la que le mostrábamos las 10 razones que no permitían consolidar una mejor Fiscalía pero en su momento, la correspondencia siguió su curso al cajón habilitado en el despacho del Fiscal General y que tiene por rótulo «recibido para su estudio, no implica aceptación».
Y, quién más que el autor de esta columna para conocer el oficio, las capacidades y la disciplina que caracteriza a muchos de nuestros Fiscales. Me consta pues, con orgullo, hice parte de esa planta de personal del ente persecutor y ahora como Juez, destaco a muchos Fiscales, que tienen la misma altura académica de grandes litigantes, por el manejo de las técnicas del sistema penal acusatorio y por la excelencia a la hora de planificar sus casos.
Pero, no es fácil, experimentar ese exceso de acoso laboral. Por un lado, son frecuentes las persecuciones, producto de ese afán por imponer las metas y por otro, genera mucha impotencia, querer dar resultados sin tener investigadores ni asistentes y con un número limitado de Fiscales. Lo peor, es ver Fiscales queriendo seguir el juego de los superiores, esos que le apuestan a lo «mediático» para posicionar la noticia de un proceso en particular pues ello permite que la Fiscalía se «posicione» como tendencia.
A manera de conclusión, resulta oportuno generar una reflexión al interior de la Fiscalía pues la entidad necesita caminar segura y victoriosa, liderada por unos Fiscales con autonomía y sin mayores presiones, para producir los mejores resultados. No para complacer la vanidad de sus superiores pues después de sufrir a Montealegre Lnett y a Martínez Neira -y a otros-, está más que claro que «los hombres pasan y las entidades quedan» Lo definitivo en este caso es que el Fiscal General tenga como referente para la evaluación de su desempeño las sentencias para que por fin se destaquen los mejores, la excelencia.
No se debe olvidar que cuando se habla de productividad en la justicia, inmediatamente lo asociamos con la producción de cajas de gaseosas en una larga fila india. Pero la justicia no es un refresco.. . Bueno, pero con el tiempo, descubrimos que las gaseosas como las estadísticas, también son otro Dulce Veneno.